MIS PALABRAS...


Mi querido lector, dos puntos…
O tres puntos suspensivos, como en mí es de rigor…
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Venía pensando por esos caminos de dios (cualquier dios) que de tarde en tarde y tras noche de ronda me devuelve a casa , en el frío y la lluvia, el verde aún por nacer, en los amores que mueren para no volver a nacer, en los sueños que nos rozan como las nubes bajas rozan las cumbres más o menos encumbradas…en el vuelo rasante de algún ave que seguramente no sabe cuánto hay de envidia en mi mirada, en los ríos que comienzan a resucitar tímidamente, en los vientos del sur que nada tienen que ver con los del norte más al norte, con el gris del Atlántico que nada tiene que ver con el gris del Cantábrico…ni sus olas, ni sus tormentas, ni sus líneas sobre el horizonte.

Pensaba en sus razones. Y en las mías que cada día cogen peso como niños de pecho, y se hacen menos livianas…si es que alguna vez lo fueron…Que ello dudo, como dudo de tantas otras cosas. Y que para salir de dudas volví a preguntar si ello es una decisión o no adecuada…No debí preguntar. Quedé sin salida, porque no había duda y por tanto no había puerta de entrada.

Y en todo ello pensaba y pensaba…ejercicio laborioso, dónde los haya...cuando decidida decidí volver todo a su sitio, a su morada.
Por si algún día yo no estaba. Por si algún ser (humano o de otra gama) tuviera a bien compartir todo aquello que algún día fue llama y llamada, sangre y esperanza, dulzura y furia encallada,sueños y caricia mansa…
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Y se me rompió la tarde entre las manos…Y todas las tardes de ayer. Y todas las tardes a partir de mañana.
¡Tantas tardes compartidas!...Tantas, tantas, tantas…
Por culpa de mi propia ignorancia…De esta torpeza que siempre hace que todo parezca nada…

Y ahora me siento así, un poco huérfana de todo aquello que quise guardar para un mañana...
Supongo que mis propias palabras se sintieron abandonadas, relegadas al olvido, quizá objeto de venganza...cuándo sólo eran objeto de esperanza.
Quiero decirlas dónde quiera que estén que nada más lejos de la realidad…que fueron mi balsa en los malos tiempos, en las tardes desangeladas…mis alegrías en las tardes compartidas y en las largas noches de lejanía y madrugadas...que en ellas dejé mi alma y mis lágrimas.
Y que aún siendo su tiempo otros tiempos, todos los tiempos son hijos de la añoranza.
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Y por eso mi querido lector, se lo cuento…
Porque usted sabe cuánto las amaba. Mis palabras, digo…

Y que por ellas usted supo que nunca habría de tirar la toalla.
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Elizabetta Puig®
Derechos Reservados
Ilustración: 05/10/2015 SIERRA MADRONA Galatea Santos®

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